Nutrir a la madre tierra, es lo que debemos hacer: Milpantsinko.

Compartir...

 

Seguimos trabajando con las familias que se han integrado a las actividades del Programa de Seguridad Alimentaria Milpantsinko, implementado por el Centro Cultural Yankuik Kuikamatilistli como parte de las acciones de intervención para contrarrestar los efectos de las pandemias.

Sí, no te arrepientas de preguntar. Nosotros también lo hicimos.

¿Cuáles Pandemias?

Pues la pandemia de las brechas de desigualdad, del rezago educativo, la desnutrición, la pobreza, el abandono del campo y hasta de la frustración social o la depresión que vemos reflejada en la baja autoestima de la gente.

¡Ah sí! También la del coronavirus que provoca el COVID-19.

Bueno, esa nos motivó a buscar caminos diferentes ante lo espeluznante que resultaba solo quedarse en casa, usar mucho gel antibacterial, cubrebocas, caretas, estar al pendiente de las conferencias de Gatell y pedir al cielo que nos toque el bicho.

Así que decidimos aceptar el reto y con nuestras aliadas de Fundación Comunidad A.C. y los chavales del Centro Agroecológico del Sur, llevamos a cabo varias sesiones de capacitación para establecer los huertos familiares bajo principios agroecológicos.

Hay familias que producen, consumen o hasta venden lo que cosechan en sus patios. Como el caso de varias compañeras que venden desayunos y poco a poco van substituyendo los insumos que compran en el mercado para elaborar los tamales, gorditas, tortas, atoles y dobladitas. Usan las lechugas, los jitomates, el chile, el maíz y los huevos que ya obtienen de su producción limpia y libre de agrotóxicos.

¿Y qué pasó entonces?

Pero después nos dimos cuenta de que hace falta nutrir a la tierra que nos da de comer. Además de hacer más camas de cultivo ya sea en los patios o en espacios más grandes para aumentar la producción y la oferta a los clientes y a los visitantes del Tianguis Agroecológico que hacemos cada último domingo del mes.

Decidimos elaborar 3 toneladas de Bocashi, abono orgánico que se repartió entre las familias participantes para mejorar los suelos y obtener mejores verduras, frutos y granos libres de agrotóxicos. Y como sabemos que nos quedó bien chido, volveremos a hacer más de volada, para tener el suficiente antes de la temporada de lluvias.

Para alcanzar esta meta usamos un espacio sombreado, al aire libre y la siguiente lista de materiales:

  • 30 bultos de estiércol.
  • 5 bultos de carbón.
  • 5 bultos de ceniza.
  • 6 bultos de cascarilla de arroz.
  • 4 galones de melaza.
  • 2 barras de levadura.

¡Y un montón de zacate!

Nos interesa el Bocashi porque activará las llamadas rizobacterias que ayudan al crecimiento de las plantas, protege y favorece la penetración de los nutrientes al suelo. Eso, obviamente, se refleja en mejores cultivos y posteriores cosechas.

Lo que siguiente después de reunir el material suficiente y establecer la fecha de inicio, fue poner manos, palas, picos y pies a la obra. Se tendieron las capas y se fueron humedeciendo hasta acabar con el material del que se dispuso. Se preparó la levadura que fue esparcida capa por capa y se dejó reposar para a que se activen los micro organismos que actuarán en este proceso.

Los siguientes días para mantener una temperatura promedio estable, se volteó la mezcla dos veces al día: una vez por la mañana y otra vez por la tarde durante tres a cinco días. Posteriormente, conforme veamos como avanza el proceso, ir cuidando que seque hasta dejarlo listo para aplicar a las camas de cultivo.

La neta, la neta no estamos seguros de que logramos las tres toneladas a’según nuestros cálculos, pero lo que obtuvimos nos sirvió mucho una vez que estuvo listo y se aplicó esperando las primeras lloviznas a las camas de nuevos cultivos y a los cultivos en marcha.

Estamos planeando una siguiente elaboración.

Si quieres participar, aprender y llevarte algo del abono para tu huerto o jardín, ¡Acércate! Lo que cuenta es la disposición de compartir para fortalecer nuestra autonomía y de paso, a la comunidad.